miércoles, 28 de julio de 2010

José: un administrador fiel

Por tanto, que los hombres nos consideren como servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. Ahora bien, lo que se requiere de los administradores es que cada uno sea hallado fiel (1 Corintios 4:1-2).

Administrador: viene del griego “oikonómos” y hace referencia a uno que gobierna una casa, denota a un siervo superior responsable de la administración de la casa, de la dirección de los otros siervos, y del cuidado de los hijos menores de edad.

En el reino de Dios se realza la dignidad de aquellos a quienes se les ha confiado una responsabilidad y saben cumplirla a cabalidad, por eso observamos desde muy temprano en la Bíblia como Dios tiene en poco a los que no guardan con celo lo que se les confía, tal es el caso de Adán. Sin embargo hoy veremos en José, hijo de Jacob, la otra cara de la moneda.

Narra la Bíblia que este joven era el hijo amado de Jacob, se afirma que era por haberlo tenido en su vejez y por ser José el primogénito de la esposa predilecta de Jacob, Raquel, por la cual había trabajado 7 años pareciéndoles estos pocos días.

Lo cierto es que había algo diferente en este muchacho, y tanto Dios como su padre, comenzaron a exhibirlo como uno que estaría por encima de sus hermanos. Por medio de los sueños Dios lo presenta como señor ante el cual se haría reverencia, y su padre decide distinguirlo poniendo sobre él una túnica de diversos colores.

A muy temprana edad José empezaba a mostrar dotes de buen administrador: amaba a su padre, cuidaba el rebaño de su padre, tarea que compartía con sus hermanos; sin embargo no pierde de vista su responsabilidad para sumarse a delinquir con ellos, sino que hace uso correcto de la denuncia para poner en evidencia sus malas acciones, sin importarle su propio bienestar.

Sin duda alguna, la integridad de este muchacho le costó un alto precio; llegó a ser aborrecido por sus hermanos; lo quitaron de su vista vendiéndolo como esclavo. Sin embargo es notorio que en todos los lugares que pisaba se ganara la confianza de todos sus superiores, a tal punto que le entregaron en sus manos desde el manejo de una casa hasta la administración del país potencia de su época, Egipto.

El buen administrador es consciente de su descripción de puesto, José sabía hasta donde podía llegar y lo demostró con tenacidad cuando supo vencer el acoso sexual de la esposa de su amo Potifar, y con firmeza le dejo ver que no estaba dispuesto a deshonrar ni a Dios ni a su amo.

"...porque yo honro a los que me honran, y los que me desprecian serán tenido en poco (1 SAMUEL 2:30)".

Al presente, pareciera que la fidelidad y la confianza son valores no apreciados, muchos no pierden la menor oportunidad de hacer provisión para sí cuando se les confía un puesto de muchos recursos, se les olvida que “todo administrador debe ser hallado fiel”, y “que deben contentarse con el salario contratado”. Un ministro, utilizando el termino de moda, no se les confía la posición para servirse, sino para sirve a los demás.

José se ganó la confianza de Dios, de su padre Jacob, de su amo Potifar, del encargado de la cárcel, por último, del faraón rey de Egipto. Aunque atravesó grandes dificultades, con su rectitud, supo mantener a raya enemigos del arte de administrar como la avaricia y la codicia.

"Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ella lo librará Jehová (SALMOS 34:19)".

Podrás encontrar la valiosa historia de José en Génesis capítulo 37, luego continua desde los capítulos 39 al 50.

Que la paz y la gracia del Señor Jesucristo sea contigo hoy y siempre.

miércoles, 14 de julio de 2010

Venciendo la Presión

En el artículo anterior, “cuando la Presión nos Vence”, analizamos la cobardía con la cual Poncio Pilato afrontó la presión de la multitud cuando quiso declarar inocente a Jesús. La Biblia es clara en sus afirmaciones:

“Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda (APOCALIPSIS 21:8)”.

En esta entrega traigo la contraparte con un caso Bíblico que merece nuestra atención. Quiero recalcar que tanto el caso de Pilato como el que trataremos en breve están en las Sagradas Escrituras porque Dios quiso que quedaran como marco de referencia para cuando nos toque el turno de actuar.

“Entonces los vecinos, y los que antes le habían visto que era ciego, decían: ¿No es este el que se sentaba y mendigaba? Unos decían: Él es; y otros a él se parece. Él decía: Yo soy (JUAN 9:8-9)”.

El verso anterior hace alusión al ciego de nacimiento que mendigaba a la puerta del templo de Jerusalén. Este hombre recibió un beneficio de parte de Jesús el cual le trajo muchos problemas. Jesús sabía claramente que esto provocaría una revuelta religiosa, en lugar de enfrentarse a las autoridades religiosas del momento, prefirió que este hombre hablara por él, que le fuera un fiel testigo.

Este hombre sentía una profunda gratitud por lo que había hecho Jesús en su vida, así que no temió a los distintos grupos de interés que se amotinaron alrededor de su persona con cuestionamientos que minimizaban a su sanador, Jesús, y el milagro que había recibido.

Lo primero que hace es despejar toda duda de los vecinos y los que antes lo conocían al verlo con la vista recobrada, al encontrarlo no en el lugar acostumbrado, sin las indumentarias para pedir sus ofrendas; a esos les responde: Yo soy.

Los que le interrogaban, más que alegrarse por verle con la vista recobraba, les molestaba que el milagro lo hubiera recibido un sábado, así que no tardaron en llevarlo ante los fariseos para que reconocieran que lo hecho por Jesús quebrantaba las costumbres judías del sábado.

La grandeza de este hombre radica en lo siguiente: a pesar de que su condición no le dejaba gozar por completo del culto a Dios en la sinagoga, desarrolló el sentido auditivo de tal manera que aprendió la ley y los profetas desde afuera de la sinagoga, al mismo tiempo que debía escuchar los pasos de los que llegaban hasta la puerta para extender su manos esperando la limosna.

Mientras los fariseos afirmaron que Jesús no procedía de Dios al escuchar lo que hizo para sanarle, este hombre contradijo sin temor lo dicho por ellos cuando dijo “es profeta”, es decir representante de Dios en la tierra.

Seguía la duda alrededor de su persona, así que llamaron a sus padres para que declararan si este hombre era verdaderamente su hijo que había nacido ciego y para que dijeran como recibió la vista. Sus padres dan fe de que es su hijo, pero no se atreven a repetir lo que su hijo con tanta seguridad afirmaba, así que salen del escenario con la palabra: Edad tiene, pregúntenle a él. Temían a los judíos que ya habían acordado que si alguno confesase que Jesus era el Mesías sería expulsado de la sinagoga.

En este momento es oportuno preguntarnos ¿Hasta dónde somos capaces de llegar por la verdad? Jesús dijo: “y conoceréis la verdad y la verdad nos hará libres”; “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Pilato preguntó que es la verdad, pero no esperó la acertada repuesta de Jesus, se acordó que se debía a una multitud, al clientelismo, y le dio la espalda.

Continuaban lloviendo las falsas acusaciones en contra de Jesus, pero más se esforzaba el que era ciego en contradecir todo lo que escuchaba para exaltarlo; “ese hombre es pecador” afirman los fariseos; “sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguno es temeroso de Dios, y hace su voluntad, a ese oye” responde el que era ciego. Con la frase “Si este no viniera de Dios, nada podría hacer” da a entender que Jesus era el Mesías esperado, esto le costó ser expulsado de la sinagoga.

A todo esto, este hombre no conocía a Jesus de vista. Nuevamente aparece Jesús en la escena y al oír que había sido expulsado de la sinagoga, hallándole le pregunta ¿Crees en el hijo de Dios? Respondiendo él, le dijo ¿Quién es Señor para que crea en él? Pues le has visto y el que habla contigo, él es. Y él le dijo creo Señor y le adoró.

Jesús anhela que todo el que diga creo en el Hijo de Dios, también lo demuestre abiertamente ¿Nos sentimos capaces de poder hacerlo?

“No todo el que dice Señor, Señor entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos (MATEO 7:21)”.

“Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí, pues en vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres (MATEO 15:8-9)”.

Que la paz y la gracia del Señor Jesucristo sea contigo hoy y siempre.

miércoles, 7 de julio de 2010

Cuando la presión nos vence

Crealo o no, muchas decisiones tomadas en nuestras vidas se han visto afectadan por la influencia del alrededor. En ocasiones por ignorancia elegimos la opción más votada; otras veces, aun sabiendo que no es la opción correcta, la tomamos por complacer al conglomerado, por no ir en contra de la corriente.

En esta ocasión te hablaré de un personaje que tenía que decidir entre declarar inocente a un inocente o condenarlo tan solo por ceder a la presión del populacho; me refiero a Poncio Pilato.

“Desde entonces procuraba Pilato soltarle; pero los judíos daban voces, diciendo: Si a este sueltas, no eres amigo de César; todo el que se hace rey, a César se opone (JUAN 19:12)”.

Nuestra vida está marcada por el temor de perder los placeres aprendidos y el “statu quo” alcanzado por nuestros propios esfuerzos (sean éticos o no) o de manera circunstancial. Nos importa mucho, no lo que piensa Dios de nosotros, sino lo que piensa el hombre. Ser un verdadero discípulo de Jesús conlleva el abandono de muchas prácticas en las cuales nos deleitamos y que no todos estamos dispuestos a abandonarlas.

Poncio Pilato estaba completamente convencido de que Jesús era inocentes, pero estaba en juego su posición de gobernador. El momento de tomar la decisión para seguir a Jesús no deja de ser difícil, pero solo los violentos arrebatan el reino de los cielos; Pilato estaba maravillado, en su interior sabía que no estaba interrogando a un hombre común, sentía temor, y su temor se acrecentó aún más cuando escuchó decir que “este se hizo a sí mismo hijo de Dios”.

¡Que encrucijada! Su propia esposa ya lo había advertido con estas palabras “no tengas nada que ver con ese justo”. Era el momento de decretar sentencia favoreciendo a Jesús, aunque esto levantara acusaciones falsas en su contra ante el César que pusieran en peligro tanto sus privilegios otorgados por el imperio, como su propia vida.

No solamente nuestro “statu quo” debe ser tenido en poco si fuese necesario, todo lo que se opone para que seamos siervos de Jesús debe ser quitado del camino. Jesús llegó al extremo con estas citas:

“El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí. El que halle su vida, la perderá; y el que pierda su vida por causa de mí, la hallará (MATEO 10:37-39)”.

No temáis a los que matan el cuerpo pero el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno (MATEO 10:28)”.

A Poncio Pilato le faltó la determinación por ganar la aceptación de uno y perder la simpatía de muchos. Aunque procuraba soltar a Jesús, viendo que nada se adelantaba, sino que se hacía más alboroto, cede a la presión, se lava las manos, y se declara inocente de la sangre de Jesús. Pensó que una posición neutral lo libraría de culpa; Jesús dejó bien claro su punto de vista para los neutrales:

“El que no está conmigo, está contra mí; y el que conmigo no recoge, desparrama (MATEO 12:30)”, y otra vez, “pero por cuanto eres tibio y no frio ni caliente, te vomitaré de mi boca (APOCALIPSIS 3:16)”.

Poncio Pilato negó a Jesús y al mismo tiempo se condenó a sí mismo. Ya que sabemos el resultado, entremos por la puerta estrecha, por la que nadie quiere transitar, y rechacemos la puerta ancha, por la que todos entran sin remordimiento.

Que la paz y la gracia del Señor Jesucristo sea contigo hoy y siempre.