Nuestro organismo, de manera natural, nos exige ingerir alimentos para el buen sostenimiento físico mientras estemos con vida. Para nadie es un secreto que el no comer representa el desgastamiento del cuerpo y por ende su consecuente desintegración de la tierra (muerte); si usted sabe esto buen razonamiento tiene.
Ahora bien, nuestra composición como hombre está formada por una parte física tangible (carne, hueso y sangre) y por otra espiritual intangible (alma y espíritu), sorprendentemente, ambas necesitan alimento para su sostenimiento (tanto en la tierra como en el cielo), lo que Dios espera es que con sabiduría mantengamos equilibradas ambas necesidades, pero la realidad es que no sucede así, sino que descuidamos lo espiritual para ocuparnos de nuestra parte física y someterla a los placeres desmedidos que ella exige.
Somos dados a seguir las tendencias de los tiempos y modificar nuestros hábitos con tal de buscar el beneficio de nuestro cuerpo, entramos en dietas rigurosas, nos hacemos socios de los gimnasios, pero ¿Qué estamos haciendo con nuestra parte espiritual, la que verdaderamente le interesa a Dios?
El apóstol Pablo le decía a su discípulo Timoteo "porque el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida, y de la venidera (1 TIMOTEO 4:8).", no te parece demasiado obvio, el asunto se remonta a miles de años atrás; al mismo Jesús le costaba creer la dureza del corazón de sus seguidores, los cuales, en un momento le buscaban solo porque se saciaron después de haberlos alimentado con cinco panes de cebada y dos pecados (JUAN 6:25-35).
Que triste, solo nos inclinamos por lo que nuestros ojos pueden ver y lo que nuestras manos pueden palpar; amados, estamos en la misma situación que el Israel de aquellos tiempos, trabajamos y nos afanamos por la comida que perece, pero por la que a vida eterna permanece ni siquiera nos interesa saber cómo podemos obtenerla.
Jesucristo dijo y sigue diciendo "Yo soy el pan de vida; el que a mi viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree no tendrá sed jamás (JUAN 6:35)".
Que la paz y la gracia del Señor Jesucristo sea contigo hoy y siempre.
Ahora bien, nuestra composición como hombre está formada por una parte física tangible (carne, hueso y sangre) y por otra espiritual intangible (alma y espíritu), sorprendentemente, ambas necesitan alimento para su sostenimiento (tanto en la tierra como en el cielo), lo que Dios espera es que con sabiduría mantengamos equilibradas ambas necesidades, pero la realidad es que no sucede así, sino que descuidamos lo espiritual para ocuparnos de nuestra parte física y someterla a los placeres desmedidos que ella exige.
Somos dados a seguir las tendencias de los tiempos y modificar nuestros hábitos con tal de buscar el beneficio de nuestro cuerpo, entramos en dietas rigurosas, nos hacemos socios de los gimnasios, pero ¿Qué estamos haciendo con nuestra parte espiritual, la que verdaderamente le interesa a Dios?
El apóstol Pablo le decía a su discípulo Timoteo "porque el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida, y de la venidera (1 TIMOTEO 4:8).", no te parece demasiado obvio, el asunto se remonta a miles de años atrás; al mismo Jesús le costaba creer la dureza del corazón de sus seguidores, los cuales, en un momento le buscaban solo porque se saciaron después de haberlos alimentado con cinco panes de cebada y dos pecados (JUAN 6:25-35).
Que triste, solo nos inclinamos por lo que nuestros ojos pueden ver y lo que nuestras manos pueden palpar; amados, estamos en la misma situación que el Israel de aquellos tiempos, trabajamos y nos afanamos por la comida que perece, pero por la que a vida eterna permanece ni siquiera nos interesa saber cómo podemos obtenerla.
Jesucristo dijo y sigue diciendo "Yo soy el pan de vida; el que a mi viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree no tendrá sed jamás (JUAN 6:35)".
Que la paz y la gracia del Señor Jesucristo sea contigo hoy y siempre.