viernes, 21 de mayo de 2010

El anhelo de una luz

Durante la Segunda Guerra Mundial seis pilotos de la marina dejaron el porta aviones para realizar una misión. Después de investigar el océano buscando a los submarinos del enemigo, trataron de regresar al porta aviones de noche. Más el capitán había ordenado apagar las luces del porta aviones.

Una y otra vez los pilotos nerviosos se comunicaban por el radio, pidiendo que se prendiera una sola luz para poder ver el piso de aterrizaje. Más se les dijo a los pilotos que la orden de apagar las luces no se podía revocar en ese momento. Después de muchas peticiones por parte de los pilotos, el operador del porta aviones apagó el contacto de la radio donde se comunicaban con los aviones—y los pilotos fueron forzados a caer al océano (1).

Qué triste anécdota. Esto nos lleva a meditar en tantas enseñanzas Bíblicas donde Dios ha dejado claro que llegará un día donde su paciencia, su espera se agotará, sí, a pesar de ser un Dios clemente y misericordioso, también es un Dios Justo:

“Pero los cielos y la tierra que existen ahora están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos (2 PEDRO 3:9)”.

“Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán! (2 PEDRO 3:11-12)”.

Estos pilotos necesitaban y solicitaban luz para porder ver el piso del porta aviones y preservar sus vidas, al permanecer en oscuridad perdieron sus vidas. La Biblia presenta a Jesús como luz que guía al hombre al pleno conocimiento de Dios, a toda verdad y a toda justicia.

Pensemos por un momento en una persona ciega e imaginamos que nuestro transcurrir diario fuera en esa condición, no duraríamos mucho tiempo en reconocer lo desafortunados que fuéramos al estar privado de la visión; de esa manera está el espíritu de toda persona ajena a la voluntad de Dios.

“Y esta es la condenación: La luz vino al mundo, pero los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas, pues todo aquel que hace lo malo detesta la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean puesta al descubierto (JUAN 3:19-20)”.

Al hombre no le preocupa estar en tinieblas, le agrada estar así, sin embargo Dios mostró su desagrado de inmediato ante las tinieblas, durante el relato de la creación lo primero que Dios crea con sus palabras es la “luz” para contrarrestar las tinieblas, y vio Dios que era buena y la separó de las tinieblas (GENESIS 1:3-5); lo que Dios rechaza es lo que al hombre le agrada, qué contrariedad.

En la Biblia, tinieblas es sinónimo de ausencia de Dios:
  • Una de las diez plagas enviada a faraón de Egipto fue densas tinieblas por tres días (tan espesas que podían ser tocadas). Dios no estaba con los egipcios, sin embargo al mismo tiempo dice que en Gosén, donde habitaban los israelitas, el pueblo de Dios, había luz en sus habitaciones (EXODO 10:21-23).
  • Después de Jesús ser crucificado, desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena, y Jesús clamó a gran voz “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (MATEO 27:45-16). Por espacio de tres horas la humanidad estuvo deprovista de la atención de Dios, Jesús reconoce este hecho y exclama estar abandonado por pender sobre él todo el peso del pecado de la humanidad.
Jesús pronunció estas palabras:
“Me es necesario hacer las obras del que me envió, mientras dura el día; la noche viene, cuando nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo, luz soy del mundo (JUAN 9:4-5)”.

Todavía hay luz en el mundo, hay esperanza; hoy es el día aceptable y de salvación para tu vida. Al igual que estos seis pilotos, procura con ansias hallarte en luz para que no perezca en la oscuridad.

Que la paz y la gracia del Señor Jesucristo sea contigo hoy y siempre.

(1) Crédito:
El Día de Hoy en la Palabra, MBI, Octubre, 1991, p. 12.

viernes, 14 de mayo de 2010

Juan el Bautista: Un hombre valiente

Como de costumbre después de iniciar su ministerio, Jesús era seguido por una gran cantidad de personas con diversos intereses. Delante de una multitud Jesús pronuncia un magnifico y merecido elogio de Juan el Bautista: ¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? ¿O qué salisteis a ver? ¿A un hombre cubierto de vestiduras delicadas? Los que llevan vestiduras delicadas, en las casas de los reyes están. Pero ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta (MATEO 11:7-9).

Este hombre decidió vivir de forma diferente a la generación de su tiempo interesada solamente en sus asuntos particulares pero muy lejos de buscar el rostro de Dios. Su vida transcurre en el desierto, apartado y dependiendo por completo de la provisión de Dios. Sus alimentos, vestiduras y habitad, dejan entrever claramente que más que procurar una vida digna ante los hombres, procura el favor de Dios.

En el elogio de Jesús se identifican tres grandes grupos de personas que habían fijado sus ojos en Juan el Bautista:
  • Estaban los menospreciadores, que no veían nada particular en él, veían a Juan el Bautista simplemente como una caña o vara más que crece en el desierto y que por estar en el desierto es sacudida, agitada o doblada por el viento; algo común, nada especial.
  • Por otro lado estaban los espectadores, que anhelaban saciar su curiosidad con ver a un hombre que no vestía como ellos y que no corría la misma carrera que ellos. Aunque las vestiduras de Juan eran de pieles no eran delicadas, como la de los nobles del rey, ya que en el desierto no están los implementos necesarios para curtir las pieles, por lo tanto, Juan el Bautista debió ser considerado por este grupo como un puro loco, un frustrado por no poder vivir dentro de palacios.
  • Por último están los que acertaron, y para ellos Jesús tiene un rotundo sí, los que lo consideraron profeta porque más que fijarse en lo exterior de Juan el Bautista, se tomaron el tiempo para escuchar e interiorizar las palabras que por boca de él anunciaba Dios para su pueblo.
Como mensajero de Dios (profeta) este hombre, sin temor, entregaba un mensaje a todos los niveles donde había injusticia:
  • A los falsos religiosos llamó raza de víboras (con su hipocresía muerden y envenenan al pueblo) y les recomendó emendar sus acciones exhibiendo frutos dignos de arrepentimiento.
  • A los cobradores de impuestos recomendó no cobrar más de lo exigido.
  • A los soldados romanos recomendó no amenazar a la gente y obligarla a que le den dinero, sino a conformarse con su salario.
  • Al gobernador de Galilea de su tiempo, Herodes el Tetrarca, frecuentemente lo enfrentaba haciéndole ver que no le era permitido tener por mujer a Herodías la esposa de su medio hermano Felipe, esto le costó la vida.
  • Y todo el que se le acercaba preguntándole que debía hacer les recomendaba hacer actos de misericordia con los necesitados.
Todo el que aceptaba sus recomendaciones debía ser lavado en el bautismo en agua (rito de la purificación muy conocido en Israel) como señal de aceptación de su condición actual y de arrepentimiento (limpieza, cambio y transformación) en lo adelante. Esto era algo novedoso y muchos venían donde Juan para ser bautizados, al hacerlo estaba cumpliendo con su llamado: Preparar un pueblo dispuesto de corazón para recibir al Mesías que venía después de él.

A pesar de que ya muchos le seguían, su tiempo había culminado y uno mayor que él, de quien el mismo Juan dijo que no era digno de desatar las correas de sus sandalias, El Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, Jesús de Nazaret, se abría paso. Nunca tuvo por importante el alabarse o usurpar el lugar que le correspondía a Jesús, aunque tuvo la oportunidad de hacerlo. Esto sirvió para que Jesús diera testimonio de su humildad al declararlo como “el más grande entre los nacidos de mujer”.

Con lo degenerada que está toda la raza humana, hacen falta hombres y mujeres valientes como Juan el Bautista que busquen el rostro y la dirección de Dios y denuncien la injusticia en todos los estratos sociales.

Que la paz y la gracia del Señor Jesucristo sea contigo hoy y siempre.

martes, 4 de mayo de 2010

Por Cuanto Todos Pecaron...

En cierta ocasión fue traída delante de Jesús una mujer encontrada en el acto mismo del adulterio con la intención de que el gran consejero, el maestro, el que aparentaba ser tan recto y justo, emitiera su veredicto y así lo hizo: Pasó por alto la acción inmoral de la mujer con tal de darle la oportunidad de que emendara su conducta y reconciliara su corazón con Dios.

Esto no era lo que esperaban aquellos que la habían traído delante de Jesús; esperaban que emitiera la sentencia que ordenaba la ley de Moisés dada por Dios y que merecía su acto: “apedrearla”. Los acusadores quedaron frustrados sin darse cuenta por su misma injusticia; pienso en mi opinión, que tal vez la situación fuera otra si también hubiera sido presentado para la misma sentencia el adultero que acompañaba en tal acto a la mujer, porque nadie adultera por sí solo.

Estas personas fueron sorprendidas tratando de ocultar su realidad, sus propios pecados; su ceguera no le dejaba ver que estaban en frente de aquel que conoce el interior de todos los hombres sin necesidad de que nadie le sople nada (JUAN 2:25).

¿Le pasó por encima Jesús a las palabras de su Padre al no ordenar apedrear a esta mujer? De ninguna manera, el Señor no vino a condenar, vino a salvar, a perdonar; Jesús se amparaba en una Palabra de su Padre que dice: “Si supierais lo que significa Misericordia quiero y no sacrificios (MATEO 9:13)”. Jesús perdona el corazón arrepentido, no el que deliberadamente peca y se justifica a sí mismo, todo aquel que reconoce su condición delante de Dios y se aparta del mal, alcanzará misericordia.

Si eres de los que te justifica y consideras que debes ser aceptado por Dios porque sí, porque tú no eres tan malo, búscate entre estas listas a ver si te encuentras:

“Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda (APOCALIPSIS 21:8)”.

“¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No os engañéis: ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios (1 CORINTIOS 6:9-10)”.

Para la ocasión de la historia Bíblica que les narro, Jesús trató esta injusticia con el siguiente antídoto: “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella (JUAN 8:7)”.

Esta mujer era culpable, pero había otro cómplice que fue protegido por esta gente; estas personas cargaban consigo pecados también, sin embargo querían poner en evidencia el ajeno y ocultar el de ellos; esto es injusticia ya que todos debemos ser medidos por la misma vara.

Jesús fue justo porque ante la ausencia de uno tampoco se debe condenar el otro (LEVITICO 20:10). Dirige su atención hacia esta mujer y al verla sola le pregunta ¿Mujer dónde están los que acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús les dijo: Ni yo te condeno, vete, y no peque más.

Les dejo un dato del cual no tengo credibilidad ni certeza, pero nos deja ver como actuaban los religiosos de la época:

Relato EXTRA BIBLICO de Jonás, la mujer del guardia de Herodes (la adultera de Juan 8):
“Jesús no era casado y no se casó jamás; pero era amigo y defensor de las mujeres. Las comprendió tal como debieron comprenderlas todos los hombres en el Amor puro.

Dicen que Jesús desdeñaba la ley de Moisés y perdonaba a las pecadoras de Jerusalén y de los países adyacentes. En aquel tiempo yo misma era pecadora a los ojos de la gente porque amé a un hombre que no era mi esposo. Era un saduceo. Un día llegaron los saduceos hasta mi hogar, hallándose mi amante conmigo; me prendieron y me encarcelaron. Cuando fueron en busca de mi amante éste había desaparecido dejándome sola. Después de un tiempo me condujeron a la plaza pública, en donde Jesús enseñaba a la multitud. Me llevaron a su presencia, con el propósito deliberado de tentarlo y prepararle una artimaña, mas Jesús no me juzgó; por el contrario, avergonzó a mis acusadores y los llenó de reproches. Después me ordenó que me fuera en paz.

Después de aquella escena fui una mujer a quien nunca volvieron a acosar los malos pensamientos. Y me sentí libre, y jamás volví a bajar ante nadie mi frente.”

¡Aleluya! ¡Que garantía saber que algún día estaremos bajo el gobierno justo de Jesucristo!

Recuerda esto:
“Por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios, y son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús (ROMANOS 3:23-24)".

Que la paz y la gracia del Señor Jesucristo sea contigo hoy y siempre.