En cierta ocasión fue traída delante de Jesús una mujer encontrada en el acto mismo del adulterio con la intención de que el gran consejero, el maestro, el que aparentaba ser tan recto y justo, emitiera su veredicto y así lo hizo: Pasó por alto la acción inmoral de la mujer con tal de darle la oportunidad de que emendara su conducta y reconciliara su corazón con Dios.
Esto no era lo que esperaban aquellos que la habían traído delante de Jesús; esperaban que emitiera la sentencia que ordenaba la ley de Moisés dada por Dios y que merecía su acto: “apedrearla”. Los acusadores quedaron frustrados sin darse cuenta por su misma injusticia; pienso en mi opinión, que tal vez la situación fuera otra si también hubiera sido presentado para la misma sentencia el adultero que acompañaba en tal acto a la mujer, porque nadie adultera por sí solo.
Estas personas fueron sorprendidas tratando de ocultar su realidad, sus propios pecados; su ceguera no le dejaba ver que estaban en frente de aquel que conoce el interior de todos los hombres sin necesidad de que nadie le sople nada (JUAN 2:25).
¿Le pasó por encima Jesús a las palabras de su Padre al no ordenar apedrear a esta mujer? De ninguna manera, el Señor no vino a condenar, vino a salvar, a perdonar; Jesús se amparaba en una Palabra de su Padre que dice: “Si supierais lo que significa Misericordia quiero y no sacrificios (MATEO 9:13)”. Jesús perdona el corazón arrepentido, no el que deliberadamente peca y se justifica a sí mismo, todo aquel que reconoce su condición delante de Dios y se aparta del mal, alcanzará misericordia.
Si eres de los que te justifica y consideras que debes ser aceptado por Dios porque sí, porque tú no eres tan malo, búscate entre estas listas a ver si te encuentras:
“Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda (APOCALIPSIS 21:8)”.
“¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No os engañéis: ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios (1 CORINTIOS 6:9-10)”.
Para la ocasión de la historia Bíblica que les narro, Jesús trató esta injusticia con el siguiente antídoto: “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella (JUAN 8:7)”.
Esta mujer era culpable, pero había otro cómplice que fue protegido por esta gente; estas personas cargaban consigo pecados también, sin embargo querían poner en evidencia el ajeno y ocultar el de ellos; esto es injusticia ya que todos debemos ser medidos por la misma vara.
Jesús fue justo porque ante la ausencia de uno tampoco se debe condenar el otro (LEVITICO 20:10). Dirige su atención hacia esta mujer y al verla sola le pregunta ¿Mujer dónde están los que acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús les dijo: Ni yo te condeno, vete, y no peque más.
Les dejo un dato del cual no tengo credibilidad ni certeza, pero nos deja ver como actuaban los religiosos de la época:
Relato EXTRA BIBLICO de Jonás, la mujer del guardia de Herodes (la adultera de Juan 8):
“Jesús no era casado y no se casó jamás; pero era amigo y defensor de las mujeres. Las comprendió tal como debieron comprenderlas todos los hombres en el Amor puro.
Dicen que Jesús desdeñaba la ley de Moisés y perdonaba a las pecadoras de Jerusalén y de los países adyacentes. En aquel tiempo yo misma era pecadora a los ojos de la gente porque amé a un hombre que no era mi esposo. Era un saduceo. Un día llegaron los saduceos hasta mi hogar, hallándose mi amante conmigo; me prendieron y me encarcelaron. Cuando fueron en busca de mi amante éste había desaparecido dejándome sola. Después de un tiempo me condujeron a la plaza pública, en donde Jesús enseñaba a la multitud. Me llevaron a su presencia, con el propósito deliberado de tentarlo y prepararle una artimaña, mas Jesús no me juzgó; por el contrario, avergonzó a mis acusadores y los llenó de reproches. Después me ordenó que me fuera en paz.
Después de aquella escena fui una mujer a quien nunca volvieron a acosar los malos pensamientos. Y me sentí libre, y jamás volví a bajar ante nadie mi frente.”
¡Aleluya! ¡Que garantía saber que algún día estaremos bajo el gobierno justo de Jesucristo!
Recuerda esto:
“Por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios, y son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús (ROMANOS 3:23-24)".
Que la paz y la gracia del Señor Jesucristo sea contigo hoy y siempre.
mi querido amigo pastor lo felicito por lo que hace veo que Dios lo ha transformado en un ministro de la palabra en el estudio y el conocimiento, pa lante y felicidades
ResponderEliminarde adiel lopez
muy interezante como
ResponderEliminarGRACIAS A DIOS POR SU HIJO Y SU MISERICORDIA. DIOSTE BENDIGA PASTOR.
ResponderEliminar