martes, 6 de octubre de 2009

Rechazo

En el mundo hay muchas clases de personas, hay ricos y pobres, hay prudentes e insensatos, hay respetuosos e indecentes, entre otros, pero quiero detenerme en los que anhelan a Jesús y en los que lo rechazan.

Mateo 15:24-30 narra el interés insistente de una mujer griega que anhelaba acercarse a Jesús aún cuando este se lo impedía (quería probar su nivel de fe). Esta mujer siro fenicia, al igual que tu y yo, tenía una necesidad cuya solución estaba en las manos de Jesús, y no se quedó indiferente al saber que el Maestro pasaba por su aldea, acudió a él a pesar de todos los prejuicios de la época entre Judíos y gentiles y con unas pocas palabras de sed y humillación conmovió el interior de Jesús: ¡Señor, socórreme! A la repuesta de Jesús: “No está bien tomar el pan de los hijos y echarlos a los perillos”, ella contesta: “Si, Señor pero aún los perillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos".

Esta mujer verdaderamente sabía a quién tenía de frente, no le importó el ser comparada con un perrillo, estaba dispuesta a tomar solo las migajas, le era suficiente porque sabía que es mejor algo de Jesús que nada, sin embargo tu prefieres nada, no te interesan siquiera las migajas, tal vez porque hoy te sientes autosuficiente, capaz, saludable o bien posicionado, déjame decirte que todo es basura, sin duda nada traímos a este mundo y sin duda nada podremos sacar.

La palabra de Dios anunciada a los hombres es comparada con perlas preciosas holladas por cerdos, los cuales al no conocer las perlas ni el valor de las perlas sencillamente la pisan y se revuelcan sobre ella, en el sieno; simplemente ven algarrobas, algo más del montón. Así ha sido por largo tiempo la generación de hombres y mujeres que hacen caso omiso al anuncio de las buenas nuevas de salvación y esperanza, escuchan el mensaje porque no son sordos y no pueden desprenderse los oídos porque le producirá un daño biológico.

Cada literatura donde se te habla del evangelio es una manera de Jesús pasar por tu aldea, el quiere ver tu insistencia de acercarte a él y que le digas ¡Señor, socórreme! El está dispuesto a tomar tu carga y hacerte descansar.

Que gratificante sería si cada uno de nosotros recibiéramos de Jesús estas palabras, claro está, en su contexto de género: "Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres".

Que la paz y la gracia del Señor Jesucristo sea contigo hoy y siempre.

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